Características
de la conquista
CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LA CONQUISTA ESPAÑOLA
La presencia de España en América estuvo antecedida por la coyuntura europea de la apertura hacia una economía mercantil y la fortaleza de los grandes banqueros de la naciente burguesía. Este proceso coincidió con la reconquista cristiana de la península ibérica sobre los territorios ocupados por los árabes durante siete siglos.
Esta Reconquista fue realizada sobre parámetros feudales e instituciones de carácter civil y militar, herramientas que sirvieron para establecer en América el proceso de Conquista. En la conquista de América participaron la monarquía, los inversionistas particulares y los aventureros entrenados en la reconquista, quienes hicieron de todo el proceso una empresa de expansión, cuya expresión fue un contrato llamado Capitulación. Estos contratos sustentaron legalmente las exploraciones reconocidas por la historia como rutas de la conquista española y la fundación de ciudades que consolidaron el dominio sobre el nuevo continente, constituyéndose en las primeras bases de la distribución de la tierra y del poder en América desde los parámetros euro céntricos.
Esta Reconquista fue realizada sobre parámetros feudales e instituciones de carácter civil y militar, herramientas que sirvieron para establecer en América el proceso de Conquista. En la conquista de América participaron la monarquía, los inversionistas particulares y los aventureros entrenados en la reconquista, quienes hicieron de todo el proceso una empresa de expansión, cuya expresión fue un contrato llamado Capitulación. Estos contratos sustentaron legalmente las exploraciones reconocidas por la historia como rutas de la conquista española y la fundación de ciudades que consolidaron el dominio sobre el nuevo continente, constituyéndose en las primeras bases de la distribución de la tierra y del poder en América desde los parámetros euro céntricos.
Rutas de la conquista española
Al llegar Colón con su grupo de españoles a territorios americanos, en 1492, se procedió a explorar las Antillas y a reconocer las costas del nuevo continente para desarrollar un proceso de conquista. En esta etapa inicial se aseguró el Caribe como una especie de mare nostrum para los españoles, lo que desde la perspectiva naval se constituyó en el corazón de la expansión del imperio español en América. Desde el avistamiento del Mar del Sur por Vasco Núñez de Balboa en 1513 y la fundación de Panamá en 1519, las expediciones iniciadas en el Istmo tendieron a incrementar las exploraciones del Darién y el Atrato, otras se dirigieron a Nicaragua y Centro América y otras hacia zonas costeras que hoy pertenecen al Departamento del Chocó.
Francisco Pizarro, en su ruta expedicionaria hacia el Perú, navegó frente a la Costa Pacífica, hizo un alto en la isla de Gorgona y en la isla del Gallo frente al actual Tumaco. Continuando con su viaje, llegó a Tumbes y, desde allí, penetro hacia el Cuzco conquistando el imperio Inca, ruta en la que realizó varias fundaciones. Después encomendó a Sebastián de Belalcazar reprimir el levantamiento indígena del cacique Rumiñahui; campaña militar que aprovechó Belalcazar para fundar la ciudad de Quito en 1534.
A partir de la fundación de Quito, Belalcazar marcho hacia el norte buscando tierras propicias para construir su propia empresa conquistadora y, así, separarse del dominio de Francisco Pizarro. Precedido siempre por avanzadas de soldados, comandadas por Pedro de Añasco y Juan de Ampudia, esta campaña militar pasó por el altiplano de los Pastos, el valle del Patia y el valle de Pubenza, hasta llegar al sur del valle geográfico del río Cauca, desde donde se realizaron expediciones exploratorias y de toma de posesión, siguiendo informaciones que hablaban de territorios ricos en oro y con población indígena numerosa. Inmediatamente después, Belalcazar regreso a Quito no sin antes dejar la orden de fundar las ciudades de Popayán, Cali y Anserma.
Este proceso de ocupación territorial se caracterizó por una expansión radial, producto de las rutas de conquista, y la fundación de ciudades que, simultáneamente, se convirtieron en origen de nuevas expediciones y nuevas fundaciones; al mismo tiempo se desarrolló una campaña militar de expansión que consolidó la conquista y dio comienzo a la colonización mediante establecimientos civiles permanentes, las ciudades
Francisco Pizarro, en su ruta expedicionaria hacia el Perú, navegó frente a la Costa Pacífica, hizo un alto en la isla de Gorgona y en la isla del Gallo frente al actual Tumaco. Continuando con su viaje, llegó a Tumbes y, desde allí, penetro hacia el Cuzco conquistando el imperio Inca, ruta en la que realizó varias fundaciones. Después encomendó a Sebastián de Belalcazar reprimir el levantamiento indígena del cacique Rumiñahui; campaña militar que aprovechó Belalcazar para fundar la ciudad de Quito en 1534.
A partir de la fundación de Quito, Belalcazar marcho hacia el norte buscando tierras propicias para construir su propia empresa conquistadora y, así, separarse del dominio de Francisco Pizarro. Precedido siempre por avanzadas de soldados, comandadas por Pedro de Añasco y Juan de Ampudia, esta campaña militar pasó por el altiplano de los Pastos, el valle del Patia y el valle de Pubenza, hasta llegar al sur del valle geográfico del río Cauca, desde donde se realizaron expediciones exploratorias y de toma de posesión, siguiendo informaciones que hablaban de territorios ricos en oro y con población indígena numerosa. Inmediatamente después, Belalcazar regreso a Quito no sin antes dejar la orden de fundar las ciudades de Popayán, Cali y Anserma.
Este proceso de ocupación territorial se caracterizó por una expansión radial, producto de las rutas de conquista, y la fundación de ciudades que, simultáneamente, se convirtieron en origen de nuevas expediciones y nuevas fundaciones; al mismo tiempo se desarrolló una campaña militar de expansión que consolidó la conquista y dio comienzo a la colonización mediante establecimientos civiles permanentes, las ciudades
EXPANSIÓN RADIAL
El proceso de ocupación española del territorio americano fue determinado por la necesidad de ejercer territorialidad y soberanía sobre un espacio tan amplio que no era posible ejercer presencia inmediata en todos los lugares. Por esta razón, y por la relativa dificultad en encontrar tropas y financiación para campañas de conquista simultáneas, sobre una extensión de la cual se desconocía sus verdaderas magnitudes, fue necesario propiciar formas de penetración que, aun dejando áreas interiores sin presencia del conquistador, pudieran incorporarse bajo el manto de la soberanía territorial de los reyes. Esta forma propició expediciones singulares que, como flechas, penetraron en el territorio ejerciendo y llevando adelante, en términos más jurídicos y conceptuales que materiales, la presencia del rey. La toma de posesión se podía hacer bien por sometimiento en batalla, bien por ocupación del territorio (real o aparentemente) deshabitado, o bien por correría y/o cabalgada. Estas expediciones finalizaban al fundar una ciudad, desde la cual surgían nuevas expediciones similares a las que la originaron y, como estrellas, fueron formando una telaraña que garantizó la cobertura rápida y total sobre el territorio.
LA CAMPAÑA MILITAR
Las campañas militares, en el proceso de conquista, fueron el objeto y finalidad de una empresa en la que se comprometieron inversionistas y soldados para someter un territorio a nombre del rey, mediante una ocupación militar y sujeción de los grupos humanos que lo habitaban. Generalmente la empresa se organizó garantizando a los inversionistas la participación en los beneficios materiales inmediatos de la expedición, principalmente parte del oro producto del saqueo a las comunidades indígenas. El cabecilla militar contrataba los soldados que componían el ejercito (hueste) y garantizaba la ocupación del territorio a cambio de participación -con sus hombres- en el botín; y obtenía, por parte de la Corona, el reconocimiento personal, a través de posiciones de gobierno, generalmente el título de “Adelantado” y Gobernador. Títulos y poder para ejercer en la sociedad civil que se constituiría con la fundación de ciudades; así, se produjo el efecto jurídico de desaparición de la hueste o ejército y, en su reemplazo, la instauración de la ciudad como ente civil permanente. Es necesario advertir que en la época colonial el término ciudad aludía, no solamente a un área urbana sino también al territorio rural sobre el cual ejercía jurisdicción.
ESTABLECIMIENTOS CIVILES
Dos acciones marcan el fin de la actuación militar de una hueste de conquista en la fundación de una ciudad: la delimitación de los territorios ocupados y la demarcación del área urbana, con el consiguiente señalamiento de su centro, simbólicamente representado por el rollo jurisdiccional o picota pública.
La definición de los términos de la ciudad legitimaba la ocupación de un amplio territorio y el comienzo de un proceso de colonización sobre él. Generalmente se utilizó en esta operación una delimitación de linderos naturales -llamados arcifinios- señalando un área del territorio dentro del cual se debía escoger un lugar que, cumpliendo las condiciones recogidas en las ordenanzas del rey Felipe II, sirviera para el establecimiento urbano, cabecera del territorio. Este debería tener suficiente disponibilidad de agua, buen clima, espacio adecuado para construir una iglesia desde cuya torre pudieran dominarse los alrededores, y ubicación estratégica que permitiera organizar fácilmente la defensa. Reconocidos estos factores se procedía a realizar el trazado urbano siguiendo un modelo en cuadricula, heredado de la tradición romana, en el cual se señalaba un centro para la plaza en cuyos costados se destinaban lotes para la iglesia, las edificaciones del cabildo y los lugares destinados para la administración del gobierno; a renglón seguido se procedía a distribuir solares (cuatro por manzana) entre los hombres, asignando los solares de la plaza y los inmediatamente adyacentes, primero a los miembros más importantes de la hueste manteniendo la jerarquía hasta entonces reconocida.
La definición de los términos de la ciudad legitimaba la ocupación de un amplio territorio y el comienzo de un proceso de colonización sobre él. Generalmente se utilizó en esta operación una delimitación de linderos naturales -llamados arcifinios- señalando un área del territorio dentro del cual se debía escoger un lugar que, cumpliendo las condiciones recogidas en las ordenanzas del rey Felipe II, sirviera para el establecimiento urbano, cabecera del territorio. Este debería tener suficiente disponibilidad de agua, buen clima, espacio adecuado para construir una iglesia desde cuya torre pudieran dominarse los alrededores, y ubicación estratégica que permitiera organizar fácilmente la defensa. Reconocidos estos factores se procedía a realizar el trazado urbano siguiendo un modelo en cuadricula, heredado de la tradición romana, en el cual se señalaba un centro para la plaza en cuyos costados se destinaban lotes para la iglesia, las edificaciones del cabildo y los lugares destinados para la administración del gobierno; a renglón seguido se procedía a distribuir solares (cuatro por manzana) entre los hombres, asignando los solares de la plaza y los inmediatamente adyacentes, primero a los miembros más importantes de la hueste manteniendo la jerarquía hasta entonces reconocida.
Fundación de ciudades
Sebastián de Belalcazar y sus sucesores acertaron cuando diseñaron y controlaron un espacio que pronto llegó a constituir una región político-social diferenciada de otras conquistas en América. Esto se debió, tanto a las condiciones naturales que encontraron en el valle geográfico del río Cauca como a la sagaz distribución de las ciudades fundadas que, como un rosario, iban desde Popayán hasta Toro y Arma. Se asignó a cada ciudad una función en el proceso de asentamiento y colonización, desde el punto de vista militar, distinguiendo las ciudades de defensa de las ciudades de colonización. Simultáneamente se procuró que cada una de las ciudades cumpliera una función interna de distribución de la producción.
CIUDADES DE DEFENSA
En un proceso de conquista y colonización las expediciones de sometimiento del territorio fueron abriendo paso y haciendo disponible un espacio que deseaba colonizarse. Desde este punto de vista general, todas las ciudades fueron de conquista; sin embargo, algunas de ellas tuvieron la función de ser avanzadas de frontera que permitieron el establecimiento definitivo de otras en el interior del espacio conquistado. La población indígena en resistencia armada obligó a establecer puestos militares en la frontera, los cuales también llegaron a tener asiento permanente después de varios traslados.
La primera ciudad que se erigió como punta de lanza de la conquista fue la ciudad de Toro, inicialmente un puesto militar en las estribaciones del cerro de Tamaná, para contener a los Noanamá (actualmente Waunan), quienes resistían la expansión española en estas estribaciones. Su fundación formal fue en 1573, pero la resistencia indígena obligó a su traslado alrededor de 1587 al lugar que hoy ocupa, al tiempo que se organizaban las ciudades de colonización en el resto del territorio.
Desplazados los indígenas de las estribaciones de las cordilleras hacia las partes más altas de las mismas, las acciones de éstos para recuperar sus territorios no se hicieron esperar, especialmente en la Cordillera Central donde debió enfrentarse -desde muy temprano- a una alianza entre los Quimbayas, Pijaos y Paeces. Ello obligó a fundar las ciudades defensivas de Caloto y Buga, para resguardar a Cartago, Cali y Popayán.
La primera ciudad que se erigió como punta de lanza de la conquista fue la ciudad de Toro, inicialmente un puesto militar en las estribaciones del cerro de Tamaná, para contener a los Noanamá (actualmente Waunan), quienes resistían la expansión española en estas estribaciones. Su fundación formal fue en 1573, pero la resistencia indígena obligó a su traslado alrededor de 1587 al lugar que hoy ocupa, al tiempo que se organizaban las ciudades de colonización en el resto del territorio.
Desplazados los indígenas de las estribaciones de las cordilleras hacia las partes más altas de las mismas, las acciones de éstos para recuperar sus territorios no se hicieron esperar, especialmente en la Cordillera Central donde debió enfrentarse -desde muy temprano- a una alianza entre los Quimbayas, Pijaos y Paeces. Ello obligó a fundar las ciudades defensivas de Caloto y Buga, para resguardar a Cartago, Cali y Popayán.